miércoles, 27 de noviembre de 2013

La Luna y su influencia


Utilizar los tránsitos de la Luna como referencia para comprender nuestro día a día resulta importante  porque nos permite familiarizarnos  con la naturaleza cíclica de nuestras emociones y nuestro cuerpo. Cuando aceptamos que somos un organismo vivo, con piel, glándulas y  células que responden a estímulos internos y externos, logramos vivir en el aquí y el ahora de manera plena. La energía que nos proyecta la Luna tiene que ver con nuestro ritmo biológico y psíquico. Por eso cuando nos alineamos con ese fluir orgánico danzamos libremente y podemos vivir de manera coherente.
La Luna siempre nos va a mostrar el camino de vuelta a casa, nuestro centro de protección. Sin ese “hogar interior” atendido no podremos sacar fuerzas, ni tener las defensas suficientes para relacionarnos con el mundo externo, ni  mucho menos  sentirnos equilibrados, confiados y seguros. El camino que recorre la Luna nos habla del ritmo  inconsciente  que tienen nuestras reacciones ante las pequeñas  cosas de la vida: lo cotidiano. A través de las fases lunares podemos hacerle un seguimiento a nuestro ritmo energético y  entender cuándo  estamos  rebosantes o carentes de vitalidad.
Lo más interesante de vivir conscientemente con el ritmo lunar es la tranquilidad que nos genera. Cuando sabemos que la Luna se encuentra transitando por una constelación determinada y eso nos inclina a sentirnos de cierta manera, automáticamente disminuye la tensión interior, la duda y  la autocrítica, porque podemos  experimentar ciertas emociones o estados de ánimo que nos llevan “de vuelta casa”. Es como si el hecho de experimentar esas sensaciones nos conduce hacia  un punto de verdad interior, al cual sólo podemos acceder desde el sentir, sin racionalizar.  La Luna no sabe de “deber ser”, ni de “lo ideal”, ella  solo nos induce a sentir.

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